*Detrás de las razones religiosas que explican por qué el histórico contador K decidió hablar, se esconden otras terrenales: negocios millonarios inconclusos, promesas olvidadas, regateos insólitos y hasta una defensa digitada.*

Víctor Manzanares se define como un hombre de profundas convicciones religiosas y en ellas basa la razón por la cual decidió arrepentirse, tanto como en la vergüenza que podría sentir su familia por los hechos non sanctos en los que se involucró.

El que fuera el contador histórico de la familia Kirchner confesó delitos y, al menos por los que lo unen al ex secretario presidencial Daniel Muñoz, desea continuar preso. “Muñoz era un corruptor de almas, entre ellas la mía”, dijo ante los fiscales que investigan la causa de los cuadernos de la corrupción K.

Pero en sus declaraciones como arrepentido, Manzanares dejó entrever otras razones para hablar. Desde negociados frustrados hasta promesas económicas y políticas incumplidas, el contador de los K relata las veces en las que tanto Néstor como Cristina Kirchner lo dejaron con las manos vacías.  Una suma de 7 traiciones bien terrenales que forjaron al arrepentido más explosivo del kirchnerismo.
1) LA INTENDENCIA DE RÍO GALLEGOS
Manzanares relata que en 2010 y “por indicación de Néstor Kirchner, Osvaldo Sanfelice y Rudy Ulloa” le propusieron ser intendente de la capital santacruceña. La oferta tenía una condición: “A cambio de ese cargo debía entregarle dos tercios de lo que se haga, entendiendo por lo que ‘se haga’ los negociados”, declaró el contador frente al fiscal Carlos Stornelli el 5 de febrero, en su primera declaración como arrepentido. La candidatura nunca se motorizó.
2) LOS 6 MILLONES DE DÓLARES POR UN LABORATORIO
En plena expansión de las inversiones para lavar dinero de Daniel Muñoz, Manzanares viajó a Miami con uno de sus presuntos testaferros, Carlos Temístocles Cortez. Allí se le ocurrió plantear la compra de un laboratorio argentino, “como para darle un complemento a las farmacias, haciendo más horizontal el negocio”, en el que el ex secretario presidencial venía expandiéndose de a millones.
Manzanares relata que, junto a Cortez, llamaron a Muñoz y él contestó: “decile que ‘Magallanes aguanta’, en referencia a una vieja publicidad de un local de Río Gallegos”, que daba cuenta de su liquidez para la operatoria. Entonces el testaferro “comienza una negociación o conversaciones con el laboratorio Fabra. Según lo que me informa Cortez, la operación iba a costar 40 millones de dólares, dinero que iba a poner Muñoz. El blanco yo ya se lo había fabricado a Cortez”, relató Manzanares, quien fue específico en su parte: “Teóricamente mi comisión iba a ser de 6 millones de dólares, el 15% que me habían prometido”.
Pero luego Muñoz lo cita en la oficina de la calle Pedro de Ribera, en Villa Urquiza, uno de los lugares donde el exfuncionario guardaba plata. Y allí le regatea sus ganancias: “Me dice que 6 millones de dólares es mucho y me sugiere reducirlo a 1,5 millones de dólares. Le dije que no tenía inconvenientes”, declara Manzanares. Pero una denuncia de Mariana Zuvic puso en foco los negocios de Muñoz, “éste decidió replegar la operación y esa compra se cayó”. Otra vez Manzanares se quedó con las manos vacías.
3) EL DEPARTAMENTO PORTEÑO
En 2011, Manzanares se reúne con Cristina y Sanfelice en Olivos. Néstor Kirchner había dejado desprolijos los papeles del traspaso de un inmueble a Lázaro Báez, que se investiga en la causa Los Sauces.
El contador tenía que solucionarlo. Cuando termina la reunión, el contador recibe un aventón del hombre más oscuro del entorno presidencial. “Sanfelice me acerca a Barrio Norte, al departamento de mis suegros, y me manifiesta que al final de los tiempos, cuando termine la presidencia de la Doctora, se me iba a entregar un departamento acá en Buenos Aires como premio o recompensa a todo mi trabajo”, declaró. La promesa, dice, “nunca se cumplió”.
4) LA CAJA DEL REGISTRO
Los registros de automotores son, desde tiempos del menemismo, un usual pago de favores políticos. Lo sabe Nilda Garré, que recibió la explotación de uno. Y lo sabía Manzanares, a fines del 2015.
“Un mes antes de la finalización del mandato de Cristina, me hace venir a Buenos Aires. Estaba el señor Sanfelice. Ya estaban allí esperándome. La doctora me dijo que lo único que había para mi, y que no había otra cosa, era un Registro de Automotor en Buenos Aires, pero no podía ser a nombre mío”, declaró el contador quien dijo haber consultado con su socio Muñoz tras la oferta. “Me dijo que es muy buena propuesta y me sugirió que a la persona que ponga como prestanombre le ofrezca el 20%”. Manzanares cuenta que intentó sin éxito convencer a una prima. Cuando vio que no tenía a nadie a quien poner de testaferro recurrió a Muñoz, quien le ofreció un escribano de confianza. Entonces el contador vuelve a reunirse con la entonces presidenta. “Le cuento que tenía a esa persona, pero cuando le comento que me lo había propuesto Muñoz, Cristina rechazó la propuesta. Al final no me entregaron el Registro de Automotor”. Otra vez, nada.

5) UNA MENSUALIDAD DE 40 MIL DÓLARES (Y GERENCIAR EL CALAFATE)
Manzanares declaró que “la única vez” que participó “en la gestión de compra de algo” para la familia Kirchner fue cuando en 2009 le ofreció a Néstor comprar el hotel 1810 en Ushuaia, un negocio que le había ofrecido a Muñoz y había rechazado.
El contador estaba seguro de algo: “no se le ponía ofrecer nada a Néstor Kirchner sin el visado de Sanfelice”, el socio K que terminó comprando el hotel Waldorf, según Manzanares, para la familia presidencial. La propuesta no tuvo respuesta hasta 2010, después de que el contador digitara la pericia que llevó a los Kirchner a zafar en una causa por enriquecimiento ilíicito, con complicidad del ex juez Norberto Oyarbide. Entonces “Néstor Kirchner me convoca a Olivos. Me manifiesta que va a comprar el Hotel 1810, que costaba 500.000 dólares, y me anuncia que también iba a comprar otro hotel cuyo costo era de 17.000.000 dólares. Se trataba del hotel Las Hayas de Ushuaia”.
El ex presidente le hizo a su contador una promesa tentadora: “Me dice que yo iba a manejar estos dos hoteles y que por ello iba a ganar 40.000 dólares mensuales. Si todo salía bien yo me iba a quedar con el gerenciamiento de todo lo de El Calafate. Por ello se entendía Alto Calafate, Las Hayas y La Aldea”. Pero fiel a su costumbre, Kirchner puso una condición para mantener a sus adláteres bajo control: “que yo debía controlar a Sanfelice en el hotel Waldorf y que él me debía controlar a mí en la administración de estos dos hoteles”. Todos vigilantes. Todos vigilados.
Manzanares declaró que viajó con Sanfelice a Ushuaia en un avión que presumía de Báez para reunirse con el dueño del 1810, donde su acompañante “manifiesta que Néstor Kirchner tenía intenciones de comprarle su hotel y le pregunta si era necesario pagar una seña”. No fue necesario. También recorrieron Las Hayas. A las dos semanas murió Kirchner. “Las compras de estas dos propiedades no se concretaron por el fallecimiento y por supuesto la propuesta de que yo gerencie tampoco”. Los hoteles del Calafate siguieron bajo el control de Sanfelice.
6) VACACIONES INTERRUPTUS
“A mí me tenían de boludo, para analizar alguna cuestión que les generaba problemas”, se quejó el contador ante la justicia. El súmmun se dio en 2008, mientras Manzanares estaba de vacaciones en Miami. “Me llamó por teléfono Néstor Kirchner, diciéndome que había un problema con una declaración jurada, porque se había omitido consignar una propiedad. Yo le contesté que la semana siguiente regresaría a la Argentina y que me encargaría del tema, puesto que me estaba dirigiendo junto con mi familia a Playa del Carmen”, relató.
No hubo caso. “Ese mismo día me llamó Alberto Fernández y me dijo que sabía que me había llamado Néstor Kirchner, que Néstor estaba muy preocupado, y que él iba a apreciar mucho que yo vuelva”.
La insistencia del entonces jefe de Gabinete tuvo efecto. “A través de mi concuñado saqué un pasaje de vuelta a Buenos Aires que me salió aproximadamente 11.400 pesos y que tomé al día siguiente”, declaró Manzanares. Llegó, se juntó con Kirchner en Puerto Madero, visitó a Alberto Fernández en la Rosada y, en una computadora de una de sus secretarias hizo la nota para subsanar el olvido ante la Oficina Anticorrupción. Se la llevó al ex presidente para que se la firmase y “él se encargaría de presentarla. Desde allí la custodia me llevó a Ezeiza y regresé a encontrarme con mi familia”, concluyó Manzanares. No lo declaró pero todo el gasto habría salido de su bolsillo.
7) BERALDI, UNA DEFENSA A MEDIDA DE OTROS
La situación que terminó de hartar a Manzanares se dio con el abogado que le habían puesto, Carlos Beraldi, el mismo que lleva las causas contra Cristina Fernández de Kirchner. “A Beraldi me lo saqué de encima -declaró Manzanares- Creo que no hizo todo lo que tenía que hacer. Una vez me vino a ver al penal y me echó en cara que lo hacía de favor”.
Manzanares se enojó con el abogado porque le ocultó declaraciones que lo acusaban, no le llevaba copias de los expediente ni le informaba los avances de las causas en su contra. El contador compartía pabellón con Natividad Terán, el ex intendente de Itatí acusado por narcotráfico, y lo veía “trabajando con hojas del poder judicial y con marcadores que le había acercado su defensor”. Él no tenía nada.
Y lo insólito: Beraldi le llevaba trabajo a él a la cárcel. Una de las declaraciones juradas de Máximo Kirchner había consignado gastos millonarios que terminaron expuestos en la tapa de Clarín. “Beraldi fue a verme a la cárcel y yo, al dictado, le dije cómo debían hacerse y hasta le escribí la hoja de ruta de cómo armar la rectificatoria”, declaró.
Los compañeros de pabellón le decían lo que parecía obvio: “no podía tener el mismo abogado que mis consortes de la causa. Me daban el ejemplo, del jefe narco que le paga el abogado a todos los miembros de la banda para que guarden un pacto de silencio”, declaró Manzanares, con una cruda analogía. “Defendía a otra gente en vez de mis intereses”, agregó en evidente referencia a Cristina.
Beraldi le había ofrecido sus servicios gratuitos en Río Gallegos, antes de ser indagado por primera vez. Pero Manzanares supo en la cárcelque no era así, de boca de Fabián De Sousa, el socio de Cristóbal López. “En Marcos Paz, De Sousa dijo que había pagado, como defensa para todos, unos 7 millones de dólares como defensa integral, lo que chocaba con mi concepto de que me estaba atendiendo gratis por mi asistencia personal”. Manzanares cambió su defensa y se arrepintió.
“En el año 2016, dos meses antes de su fallecimiento, Muñoz me envía un mensaje de texto, pidiéndome que no lo abandone y que lo perdone”, relató Manzanares. El contador lo hizo. Pero parece que no hubo ni olvido ni perdón para el resto. (FUENTE:  BORDER PERIODISMO)

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